Por Mario Quevedo
Leo ayer en prensa, una vez más, que nosequé asociación colaborará con nosequé ayuntamiento para limpiar nosequé del monte.
Inmediatamente pienso bien, no cabe otra, y me los imagino recogiendo plásticos,
clines usados, cartuchos, botellas... Pero la realidad se impone; me atiza con la conocida virulencia manejadora, esa que la tradición impone en España: van a limpiar
maleza.
Maleza. Más de uno, al oír este término del averno, experimentará ya un respingo equivalente al de ver un arañón peludo entre las sabanas. A ver, cada uno se asusta con lo que quiere; a mí por ejemplo siempre me dieron cosa las mariposas nocturnas y su manía de chocarse con la gente de bien. Eso si, las polillas, por suerte y evolución, existen. La maleza no.
Insisto: en la Naturaleza, no existe la tal
maleza. Es este un término parcial, derivado de un contexto de explotación del medio natural para obtener de él productos que consumimos. Maleza es lo que crece en ese pedazo de tierra
donde queremos que crezca otra cosa; la
bueneza, fabes, hortensias, olivos... Pero más allá de la huerta, más allá de nuestra pequeña o gran parcela de terreno en la que, por la razón que sea, nosotros decidimos lo que crece y lo que no, el término falla. Vaya, como cantaba Johnny Cash, ya no hay héroes en blanco y negro. No, Mr. Cash, nunca los hubo; era sólo una peli.
En la naturaleza hay plantas, productores primarios, capaces de captar la luz solar y juntarla con agua, CO
2 y algunos nutrientes minerales para formar más materia vegetal. Tejido verde que comen los herbívoros y omnívoros. Y de ahí para adelante, que ya se sabe. Si dejamos un trozo de terreno
libre de manipulación, de perturbación, se asentarán en él algunas especies de plantas, en función de las características abióticas de la zona, y eso incluye el tipo de suelo, en función de la presencia de unos u otros agentes de dispersión y predación de semillas, etc.
Si en un ejercicio de autocontrol - impropio de ese
manejeitor que la especie humana lleva dentro - dejamos ese mismo trozo de terreno libre de manipulación otro poco más, las especies de plantas originales irán siendo reemplazadas por otras, total o parcialmente, a medida que la competencia y las condiciones abióticas van modulando la comunidad.
Sucesión ecológica, que así se llama esto que cuento. Y entre esas plantas habrá alguna especie agradable y bella desde nuestro punto de vista, y otras en cambio que no percibiremos como útiles o placenteras. Dícese
naturaleza.
Ya sé que me repito, lo siento, no tengo más. Pero que conste, eh, que esto de la sucesión no es un tema menor. Es en cambio un proceso que tiene y tendrá lugar continuamente sobre la Tierra. Las comunidades vegetales, y con ellas todos los demás (eso te incluye a ti), cambian en el tiempo de forma razonablemente predecible. Si dejamos un pedazo de terreno sin manipular, la sucesión ecológica se ocupará de
asilvestrarlo. No, no espera, mejor dicho: se ocupará de
asalvajarlo. Se ocupará de hacer que con cada lapso de tiempo, ese trozo de terreno sea más natural. Mas bardal, menos huerto; más bosque, menos parque.
Oye, no es ese un asunto menor. Donde hay maleza, hay esperanza.