2012-07-29

Lo de los tiros no funciona

Por Mario Quevedo

Esta será cortita (si soy capaz). Sólo alguna reflexión a partir de alguna cosa que he oído a raíz de la carta publicada ayer por LNE, De Lobos y Quesos. La verdad es que no me parece que el texto en cuestión sea particularmente incendiario, pero la conocida viralidad de las redes sociales parece conferir una virilidad irreal a las reacciones menos sustanciosas, menos reposadas.

En resumen, parece que cuestionar la erradicación / exclusión de los lobos de los espacios protegidos astures es inconcebible.

Una pena, porque el asunto de fondo - compatibilizar bienestar de los habitantes de las zonas rurales con conservación de la Naturaleza - no es trivial. Y no está funcionando en Asturias (ni en Castilla y León etc.). Y ahí van las reflexiones:

¿Cómo es posible que los interesados en sacar adelante -por ejemplo- un producto lácteo en la montaña astur sigan sin encontrar una formula distinta de la inventada por los primeros pobladores - corta, quema, erradica, excluye?

¿En que consiste el célebre desarrollo rural si las quejas y métodos siguen siendo los mismos? Si yo fuera el receptor de medidas o consejos en ese sentido, y el consejo es matar bichos como antaño, estaría preocupado; no hay progreso, nada ha cambiado.

Me asombra que en determinados ámbitos profesionales se pueda tirar millas sin (al menos intentar) mejorar lo anterior, sin aportar nada nuevo. En el mío es inviable.   

Mientras, el Principado aprueba más batidas cosméticas de lobos en un Parque Nacional. Prosigue la degeneración, la vergüenza.


2012-07-21

Errores

Por Mario Quevedo

“Errar es de humanos”, dice la tradición oral. O algo parecido. Debe ser verdad, porque esa misma tradición, como muchas otras, es un error: los demás bichos también erran.

Se me ocurre como ejemplo aquella idea de hace ya unos años –y que tanto me prestó- de la elección de hábitat maladaptada. Básicamente consiste en que tal o cual bestia, en su devenir vital, decide asentarse en tal o cual valle verde, de aspecto idílico y sobrante de recursos. Pero luego la bestia falla en su intento de reproducirse, o incluso de sobrevivir, porque ese valle escondía alguna trampa. Y esas trampas maladaptativas, dicen, están generalmente asociadas a perturbaciones humanas, que las bestias no han aprendido a reconocer. No las han incorporado a la batería de decisiones adaptativas – aquellas que conducen a mayor supervivencia de la especie – por la súbita escalada de violencia humana.

Pero me estoy desviando de la idea inicial, ni que fuera eso un problema. La idea inicial era destacar que existen muchos tipos de errores. Y que hay gente que se dedica a estudiarlos y clasificarlos. Hasta hace unos días, me había quedado en que, en un ámbito formal, académico, había dos tipos de errores. El I y el II. Ya, se podían haber currado los nombres un poco más, si, pero no lo hicieron; viviremos con ello. Esos errores se refieren a como la embarramos alrededor de una hipótesis planteada. “El Sol sale por Antequera”, y tras un diseño y análisis experimental concluimos erróneamente, que no, que no sale por Antequera (tipo I). O bien, tras otro diseño y análisis experimental concluimos, erróneamente, que si que sale por Antequera (tipo II).

Pero como se demuestra a diario, hay mucho más ahí fuera, hay más tipos de error clasificados. Gracias a un tuit (como cambió el cuento, Caperucita) de @resilienceSci, descubrí el error de tipo III, usado en teoría de sistemas: resolver el problema erróneo, hacerse la pregunta incorrecta. Y me pareció especialmente apropiado a diversos aspectos de los tiempos que corren. Por parsimonia y sesgo, me voy a la gestión ambiental para ilustrarlo. Diría yo que en España abundan los errores de tipo III en las decisiones de actuación ambiental, en cursiva por el ardor que me produce el propio concepto.

Es un error de tipo III desbrozar matorrales que forman parte de la vegetación nativa para evitar incendios; es un error de tipo III matar predadores sin cuidar a las presas. No es un problema para la industria pecuaria la existencia de, por ejemplo, lobos; el problema es la mortalidad de las ovejas. Y no, no son el mismo problema, ni mirando de lejos. Y también es error de tipo III actuar sobre la Naturaleza cuando, para lo que va a servir, estaríamos mejor leyendo un libro, trasegando un malta sencillo, o ambos.

Me doy cuenta de que con esto del tipo III acabo de encontrar una formula de referirme a ciertos descalabros controlando los caballos. Ni tan mal entonces.

2012-07-15

Por qué lo llaman biodiversidad cuando quieren decir queso


Por Mario Quevedo

Se diría que el queso, ese derivado de la leche producido del uno al otro confín, estuviera en crisis. Se diría que no es suficientemente bueno sin ir acompañado de otras bondades.

No lo creo; no tengo la sensación de que el personal haya renunciado a consumir esos quesos tan buenos que hay por ahí. Todavía ayer observé en casa de un amigo tan perroflauta conservacionista como yo, o más, dos variedades. En mi nevera hay otras tres. Aunque la muestra aquí reflejada no llega siquiera a anecdótica, creo que sirve para ilustrar por donde quiero empezar: el queso mola, y está ahí para quedarse.

No se explica entonces por qué, de un tiempo a esta parte, no basta con producir queso de calidad (o carne, o miel, o vino), sino que además hay que preservar o incluso incrementar la biodiversidad.

Es como si el colectivo de empresarios del sector hubiera recibido, de un tiempo a esta parte, un notable toque de sensibilidad conservacionista. Tan probable es que alguno de ellos siempre tuviera esa sensibilidad, como es improbable la sinceridad de la conversión súbita y homogénea. No, yo más bien creo que todo esto de que el queso es bueno para la conservación de la biodiversidad, o del paisaje que conocieron los abuelos, o incluso de algún gran mamífero, es idea de algún spin-doctor, cool-hunter, mi_blackberry_es_mi_oficina.com. Pamplinas, que decía mi abuelo.

Lo que no creo es que el experto en marketing haya advertido a sus clientes - los productores de viandas - que esa misma trampa buenrrollista de promover la biodiversidad al cepillarse una cuajada con miel de brezo, la van a usar otros. La compañía maderera que declara que talar el monte incrementa la biodiversidad; la compañía minera que declara que su explotación creará nuevos nichos ecológicos, rebosantes - si, si, eso - de biodiversidad. Es entonces cuando la trampita comercial empieza a apestar. Y empieza además a perder eficacia: si todo promueve la biodiversidad, no hay diferencia entre productos (si, claro, como ocurre con la excelencia).

Producir buen queso es bueno para - idealmente - ganarse la vida y el aprecio de los consumidores. Ni el queso ni la carne roxa se inventaron para conservar osos, urogallos o prados floridos; son alimentos y actividades económicas. Yo personalmente seguiré consumiéndolos. Eso si, no trago con ruedas de molino; discrimino rápidamente cuando me entero de que un productor vende humo ambiental además de vender su producto. Y más rápidamente aun cuando ese supuesto incremento de la biodiversidad vía queso se dice incompatible con la presencia de una u otra especie en los terrenos públicos y protegidos.

Y no soy el único.

2012-07-08

Maleza tú

Por Mario Quevedo

Leo ayer en prensa, una vez más, que nosequé asociación colaborará con nosequé ayuntamiento para limpiar nosequé del monte.

Inmediatamente pienso bien, no cabe otra, y me los imagino recogiendo plásticos, clines usados, cartuchos, botellas... Pero la realidad se impone; me atiza con la conocida virulencia manejadora, esa que la tradición impone en España: van a limpiar maleza.

Maleza. Más de uno, al oír este término del averno, experimentará ya un respingo equivalente al de ver un arañón peludo entre las sabanas. A ver, cada uno se asusta con lo que quiere; a mí por ejemplo siempre me dieron cosa las mariposas nocturnas y su manía de chocarse con la gente de bien. Eso si, las polillas, por suerte y evolución, existen. La maleza no.

Insisto: en la Naturaleza, no existe la tal maleza. Es este un término parcial, derivado de un contexto de explotación del medio natural para obtener de él productos que consumimos. Maleza es lo que crece en ese pedazo de tierra donde queremos que crezca otra cosa; la bueneza, fabes, hortensias, olivos... Pero más allá de la huerta, más allá de nuestra pequeña o gran parcela de terreno en la que, por la razón que sea, nosotros decidimos lo que crece y lo que no, el término falla. Vaya, como cantaba Johnny Cash, ya no hay héroes en blanco y negro. No, Mr. Cash, nunca los hubo; era sólo una peli.

En la naturaleza hay plantas, productores primarios, capaces de captar la luz solar y juntarla con agua, CO2 y algunos nutrientes minerales para formar más materia vegetal. Tejido verde que comen los herbívoros y omnívoros. Y de ahí para adelante, que ya se sabe. Si dejamos un trozo de terreno libre de manipulación, de perturbación, se asentarán en él algunas especies de plantas, en función de las características abióticas de la zona, y eso incluye el tipo de suelo, en función de la presencia de unos u otros agentes de dispersión y predación de semillas, etc.

Si en un ejercicio de autocontrol - impropio de ese manejeitor que la especie humana lleva dentro - dejamos ese mismo trozo de terreno libre de manipulación otro poco más, las especies de plantas originales irán siendo reemplazadas por otras, total o parcialmente, a medida que la competencia y las condiciones abióticas van modulando la comunidad. Sucesión ecológica, que así se llama esto que cuento. Y entre esas plantas habrá alguna especie agradable y bella desde nuestro punto de vista, y otras en cambio que no percibiremos como útiles o placenteras. Dícese naturaleza.

Ya sé que me repito, lo siento, no tengo más. Pero que conste, eh, que esto de la sucesión no es un tema menor. Es en cambio un proceso que tiene y tendrá lugar continuamente sobre la Tierra. Las comunidades vegetales, y con ellas todos los demás (eso te incluye a ti), cambian en el tiempo de forma razonablemente predecible. Si dejamos un pedazo de terreno sin manipular, la sucesión ecológica se ocupará de asilvestrarlo. No, no espera, mejor dicho: se ocupará de asalvajarlo. Se ocupará de hacer que con cada lapso de tiempo, ese trozo de terreno sea más natural. Mas bardal, menos huerto; más bosque, menos parque.

Oye, no es ese un asunto menor. Donde hay maleza, hay esperanza.