2010-03-31

Donde hay prisa no hace falta la ciencia

Por Mario Quevedo

No descubro nada muy nuevo si digo que el ritmo de la ciencia no es el ritmo de la política.

La construcción del conocimiento científico suele depender del estudio, del planteamiento y prueba de hipótesis, de la elaboración de resultados para que otros puedan evaluarlos, de acomodar las críticas y mejoras de terceros...  Si tenemos mucha prisa, quizás sea mejor especular directamente, sin perder el tiempo. Sin dar muchas pistas de cuales son los objetivos, así nadie nos hará perder el tiempo evaluando los logros.

La Biología de la Conservación, al ocuparse preferentemente de poblaciones amenazadas por la extinción  siempre ha sido considerada una disciplina "de emergencia", con "fecha límite". Ocupa terreno resbaladizo, a mitad de camino entre la ciencia fundamental y la gestión, entre la persecución del conocimiento per se y la respuesta a problemas acuciantes. No es raro por tanto que sea vista desde una esquina como una disciplina poco rigurosa, carente de un cuerpo teórico adecuado; y desde la otra como una pérdida de tiempo que retrasa las acciones urgentes que requieren las especies amenazadas.

Por mi parte creo que no hay verdades absolutas; ni en las torres de marfil de académicos puros ni en las prisas de los sectores próximos a la gestión. A corto plazo, me frustra  la falta de respuestas acerca de, por ejemplo, el declive de los urogallos cantábricos. A largo plazo me resulta desolador que en España no se valore la biología de la conservación, y que todo haya de ser gestión y populismo.

Leo estos días acerca de una iniciativa (en comillas lo que no es mío) de "conservación en acción...para la  gestión y recuperación de especies de galliformes de montaña en el ámbito del Pirineo", denominada Gallipyr. Dicen que "la magnitud y extensión de las presiones que soportan las poblaciones de especies silvestres y su ritmo de pérdida hace que el enfoque tradicional de la conservación necesite ser complementado con medidas más activas".
Definen conservación en acción: "acciones prácticas de conservación en el territorio. Se prima la intervención directa, no tanto los estudios u otras medidas indirectas, que se han demostrado ya insuficientes para los niveles de pérdida de biodiversidad a los que se ha llegado"

Parecen éstas gentes de acción; no les hagamos perder el tiempo con mucha teoría, mucho trabajo de campo o análisis de datos.
Sólo una cosa: sin conocimiento previo, sin estudio, sin objetivos explícitos frente a los que contrastar los resultados de la conservación en acción, ¿como se pueden evaluar los resultados de la misma?
Dice una conocida metáfora que el conocimiento avanza por "sostenerse a hombros de gigantes"; Isaac Newton usó la expresión para describir su aportación a la ciencia, posible según él por el conocimiento y trabajo previo. ¿Sobre qué hombros se apoya la conservación en acción de éste u otros de los múltiples ejemplos similares de los últimos tiempos?

Con menos prisa, un poco de belleza relacionada con el asunto de las decisiones de gestión y conservación, como no de Aldo Leopold: A thing is right when it tends to preserve the integrity, stability, and beauty of the biotic community. 

1 comentario:

  1. Bueno, solo un pequeño comentario.
    Desde luego, en las situaciones más peligrosas es cuando realmente hace más falta la Ciencia. La biología de la Conservación es una "disciplina" tan científica como las otras, y se rige por los mismos parámetros (hípotesis, publicaciones, etc..).
    En el caso concreto de Gallipyr, las acciones no son llevadas a cabo ni planeadas por cuatro gurús iluminados. Todo lo contrario, las medidas vienen testándose desde hace muchos años por las máximas autoridades en la materia (Menoni, Novoa, etc..). Este programa se apoya justamente sobre otros anteriores, en los que se primó la investigación. Se trata ahora de intentar pasar de lo experimental a un verdadero efecto sobre el medio.
    En fin, en todo caso, enhorabuena por las reflexiones.

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Mario Quevedo