2012-09-07

Biología de la Conservación en Europa


La semana pasada tuvo lugar en Glasgow (Escocia) el 3er congreso de la Sección Europea de la SCB, siglas de la sociedad internacional de Biología de la Conservación. Allí estuvimos escuchando y presentado trabajos gente de la Universidad de Oviedo, junto con los amigos del Laboratorio de Herramientas Moleculares del Museo Argentino de Ciencias Naturales. Espero que el paso por el congreso suponga un empujón para “sacar” esas cosas que vamos haciendo con dinero público, especialmente las de los proyectos de los urogallos.

Y vuelvo del congreso con una mezcla de sensaciones: cosas buenas, y algunas cosas malas – las de siempre en el Viejo Continente.

Empiezo por las malas, para quitarlas de en medio. Desde que se creó la Sección Europea, me temía que en parte la intención fuera definir una Biología de la Conservación especial. Europea. Como el vals, como los croasanes. Y algo de eso se deslizaba de sesión en sesión, de simposio en simposio. La cantinela conservadora, que no conservacionista, de la “cultura única”, de los “valores tradicionales”. Visión antropocéntrica, propia del peso que la religión ha depositado encima del continente, supongo. El hombre centro de la creación, y todo eso. Supongo.

Recuerdo que una ponente repitió al menos cuatro veces en su charla lo “única” que era la herencia cultural escocesa ('unique cultural heritage'). No, no eran mayoría los escoceses. Ni muchísimo menos. Y sí, el resto de nacionales presentes, desde Etiopía a España pasando por nueva Zelanda, podrían hablar de su particular y única herencia cultural. Si lo hicieran, tendríamos una especie de festival internacional de la canción, pero nada de ciencia.

Incluso hubo tiempo para detalles obscenos, firmados por supuestos investigadores. Como aquella charla que sostuvo que, en Finlandia donde la población de lobos es 10 veces inferior a la española, “los conservacionistas debemos reconocer ('we have to acknowledge') la ansiedad ('distress') que la presencia de los animales provoca a los cazadores”. Y se llegó a esa conclusión, como no, entrevistándolos (a los de los rifles, no a los lobos). No decía si en el bar o directamente en acción. Eso si, distinguía la opinión de cazadoras y cazadores; progresista eh, nada que ver con sentimientos tipo redneck, eso sólo pasa en Idaho, y en Picos de Europa.

Al otro lado del espectro, simposio abarrotado sobre las posibilidades de recuperación de la naturaleza primigenia en los espacios protegidos de Europa, promovido por la gente de PAN Parks. Discusiones y trabajos sobre las posibilidades y dificultades de manejar las reservas en torno al concepto wilderness (renuncio a traducirlo). Agradable, si bien en mucho momentos muy poco científico. Al fin y al cabo, la ciencia está más clara, lo que se discute normalmente en Europa son valores y posturas éticas. Me pareció no obstante que el personal sonreía más. ¿O seríamos sólo los que llegábamos de Asturias? 

Y, en el medio, todo lo demás. Servicios de los Ecosistemas, Especies Amenazadas, Herramientas Moleculares, Conservación y Producción de Alimentos, Diseño de Reservas, etc.

Y algún momento brillante. Me quedo con un pequeño apunte de Ikka Hanski, padre de la teoría de metapoblaciones, en su charla plenaria: "esta idea presentará imagino muchos problemas de gestión, pero yo soy ecológo". Es decir, no es su tarea reconciliar ciencia con gestión, menos con política.

Para eso se les paga a otros. 

¿No estáis de acuerdo? Sugiero en ese caso que la próxima vez que, por la insoportable levedad de nuestra naturaleza orgánica y pluricelular, notéis algún fallo en vuestro cuerpo, le digáis al médico que consulte con el gerente del hospital antes de decidir como os lo arregla.

Salud, natura y profesionales.

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Mario Quevedo